El domingo anduvimos dándole amor, cariño, y dejando la casa hermosa.
Arrancamos tempranito con mates, galletitas, y las almohadas pegadas en la cabeza. Poco a poco, con musiquita, charlas, risas se fue yendo el sueño, llegando así la actividad y el movimiento.
Lijamos el piso, ordenamos algunos recovecos ocultos, armamos mesas (solo una), y como dice el dicho: "Nos ganamos el pan del día", o mejor dicho un guiso que nos calentó las pancitas.
Pero la pachorra no nos detuvo y seguimos adelante. Cuando el reloj marcó las 16 despacito, despacito fuimos guardando las cosas en su lugar y levantamos campamento.
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